Palma del Río es aroma, color, historia, es ciudad abierta, acogedora, es tradición, cultura, sentimiento… Estar en Palma de Río es hacer uso de los sentidos e impregnarse de su sabor. Palma del Río es un cauce de sorpresas que hay que descubrir.
Palma del Río es el último pueblo de la provincia de Córdoba por su parte más occidental. Limita con Sevilla, la capital andaluza, lo que hace que tenga mucho del arte sevillano sin perder la belleza y la serenidad cordobesa. Estas cualidades se aprecian en sus gentes, en sus monumentos, en su historia…
Está situada en un lugar privilegiado en el margen izquierdo del gran río de Andalucía, el Guadalquivir, y asentada en una antigua terraza del Genil, lo que provoca que sus tierras, bañadas por ambos ríos, sean fértiles y produzcan el tesoro más preciado de Palma del Río: sus productos agrícolas y el fruto por excelencia, la naranja. Los campos palmeños forman un verdadero bosque de naranjos que perfilan aún más, si cabe, una imagen espectacular que, sobre todo en primavera, salpica el verdor de sus árboles con la flor blanca del azahar que aromatiza sus campos, calles, y avenidas hasta el lugar más recóndito, y en época de recolección alegran el paisaje invernal con la luminosidad de su fruto.
Palma del Río no es sólo paisaje; también es historia, arte, cultura… Se puede pasear por sus calles y recorrer el Casco Antiguo donde se encuentra la mayoría de los monumentos del municipio, que delimitados por el Recinto amurallado, conforman un conjunto arquitectónico histórico-artístico de gran importancia que aúna diferentes épocas y culturas.
Palma del Río es un lugar que hay que descubrir, hay que perderse en sus calles, pasear por sus avenidas, embriagarse de su aroma, paladear sus sabores, mezclarse con su gente… hay que venir y conocerla.
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